Mi historia con Ringana
Hace cinco años una amiga me habló de Ringana. Yo entonces estaba centrada en mi agencia de marketing, en las redes sociales y en ese ritmo frenético que parece que nunca se detiene. Cuando me lo propuso, sonaba a “cosa rara” y no quise escuchar más. Sentía que yo ya tenía lo mío, que no necesitaba nada diferente.
Pero la vida se encarga de ponerte frente al espejo. Me enfermé. Y con la enfermedad llegó un golpe de realidad: las redes, ese mundo al que le había dado todo, me dieron la espalda. Descubrí que no eran el lugar seguro en el que había confiado, que no podía poner todos mis huevos en esa cesta.
Mientras yo trataba de recomponerme, apareció otra sombra: la inteligencia artificial empezaba a irrumpir, y lo que durante años había sido el valor de mi agencia —la creatividad, la creación de webs, tiendas online, la estrategia, los contenidos—, de pronto una máquina lo podía hacer en segundos y a menor precio. Sentí que mi mundo se tambaleaba: mi cuerpo no respondía, y mi trabajo, mi pasión de una década, parecía tener fecha de caducidad.
Fue entonces cuando Ringana volvió a cruzarse en mi camino. Esta vez no como “algo raro”, sino como una posibilidad real. Entré buscando un plan B, una forma de diversificar. Pero lo que encontré fue mucho más profundo.
Las caps Move llegaron a mi vida en el peor momento y me devolvieron energía, bienestar y confianza. Sentí que mi cuerpo me decía: “esto es lo que necesitabas”. Y, poco a poco, también mi mente empezó a despertar.
Ringana no solo me cuidaba por dentro, también me empujaba a crecer, a atreverme, a hacer todo aquello que me daba miedo. Y lo más bonito es que no lo he hecho sola: hoy formo parte de una comunidad de mujeres emprendedoras de la que aprendo cada día, donde me siento acompañada, inspirada y feliz. Un espacio en el que nos impulsamos juntas, y donde ser auténtica es una fortaleza, no una rareza.
He descubierto un lugar donde puedo ser yo misma, con mis luces y mis sombras. Un espacio que me reta, que me abraza y que me recuerda que todo cambio es más llevadero cuando caminas de la mano de personas que creen en ti.
Hoy, 1 año y 3 meses después, sé que Ringana no es solo un producto. Es una filosofía, una red de apoyo, un movimiento que cambia vidas. Por eso comparto mi historia: porque sé que ahí fuera hay muchas personas que, como yo, buscan un cambio. Personas que quieren cuidarse con productos naturales de verdad, a ellas y a su familia, y que sueñan con construir un futuro más natural, más consciente y más libre.
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